El arte como competición deportiva

Posted by : Jorge Latorre Izquierdo | martes, 16 de febrero de 2010 | Published in

“L'Homme qui marche I”, una de las esculturas más icónicas del suizo Alberto Giacometti (1901-1966), se ha convertido, en la obra más cara jamás subastada al adjudicarse por 65 millones de libras, unos 74 millones de euros en la casa Sotheby's de Londres. La impresionante escultura, de 1,83 metros de altura, superó así el récord mundial que ostentaba hasta ahora del español Pablo Picasso, que se adjudicó en el 2004 en Sotheby's de Nueva York por 104,1 millones de dólares. Un portavoz de la casa de subastas confirmó que la pieza de Giacometti, considerada un ejemplo de su madurez creativa, es “la obra más cara jamás subastada”.

Desde que Norman Mailer publicara su famoso libro Retrato de Picasso como un adolescente, las voces más críticas con el artista español se envalentonaron y bramaron cada vez más fuerte, hasta imponerse finalmente en el panorama internacional de la crítica. Recientemente, gracias a los aires relativista de fin de siglo –XX- los postmodernos duchampianos han logrado imponerse a los historiadores modernos, y el famoso urinario mereció la mención de honor de obra más influyente del siglo, por encima incluso del Guernika. Pero ahora, en Sotheby´s la escalada de precios recuerda a la competición entre Federer y Nadal.

Para no inclinar la balanza entre franceses y españoles, como ha sido frecuente a lo largo del siglo (Matisse-Picasso, Dalí-Bretón, Miró-Masson), al menos antes de que Los EEUU se hicieran con el control del mercado artístico, los inversores de esa vieja Europa que se resiste a perder el control en el mercado de la exquisitez han descubierto en un suizo Gioacometti la imagen de artista elegante y a la vez visceral que necesitaban para su nueva carrera hacia lo más Cutting-edge. Es éste un término bursátil que ha sustituido al ya pasado de moda Vanguardia, que tenía un origen militar (Avant-garde), nada adecuado a lo políticamente correcto en la era de la globalización del mercado y del buen gusto. Surge la pregunta: ¿vale “L'Homme qui marche I”, o “le Garçon à la pipe” todo ese dinero? Mi respuesta: ¿Lo vale Cristiano Ronaldo? Y una conclusión: no estamos hablando de arte. Y seguramente tampoco de competiciones deportivas.

Berlín, año 20

Posted by : Jorge Latorre Izquierdo | lunes, 15 de febrero de 2010 | Published in




Es muy conocida esa nota de prensa en clave jocosa que anunciaba que La orquesta filarmónica de Moscú después de una gira por Occidente había decidido cambiar su nombre: se llamaría en adelante Cuarteto soviético. Aunque exagerado, expresa muy bien no sólo la dificultad que los artistas tenían al otro lado del Telón de acero, sino también las contradicciones de la historia del arte europeo antes y después de la caída del muro. Dos mundos aislados entre sí, estaban produciendo un arte diferente, a pesar de la unidad cultural común que había existido durante milenios en estas tierras artificialmente separadas. En el este, predominaba un arte académico, técnicamente muy competitivo pero creativamente limitado, como toda cultura que sobrevive en un clima de imposición autoritaria. En Occidente, también por contraposición a lo que ocurría en Oriente durante la guerra fría, un arte que ponía todo el peso en la libertad sin límites, con la consiguiente pérdida de otros aspectos, como es la maestría (el oficio heredado de generación en generación) y la profundidad de los mensajes. Esto es especialmente evidente en la pintura, pero se daba también en el cine y la fotografía.



En lo que al cine respecta, la censura obligaba constantemente al recurso al simbolismo, con grados de maestría impensables en Occidente. Pueden ser ilustrativas las declaraciones de Krzysztof Kieslowsky, sobre el modo en que conectaba con el público más allá de los obtáculos políticos, precísamente por la existencia de estos obstáculos:

Era un juego. Una especie de eslalon de ski. Ellos plantaban los jalones, y a nosotros nos tocaba descender. Ellos disponían los piquetes de forma cada vez más inteligente, y nosotros esquiábamos y los eludíamos cada vez mejor. Así es cómo establecimos la comunicación. Enviábamos un mensaje que el público asimilaba. La censura tenía las manos atadas. Simplemente no veía la señal en la película. Aquello creó cierta simpatía, y, a decir verdad, una postura inmejorable para nosotros. Quiero decir, que el público nos entendía más allá de nuestra intención. Era fantástico: teníamos a un público propio. La gente acudía a ver nuestras películas haciendo que nuestras ideas concordaran…. Hoy en día la censura ha terminado, de modo que todo ese modo de comunicar ya no sirve de nada…

En 1990 un sector del muro fue transformado en la mayor galería al aire libre del mundo, la East Side Gallery (en el barrio Friedrichshain, al lado de Mitte), declarada monumento nacional 1991. Aquí estaban algunos de los más famosos graffiti del muro como por ejemplo el “Bruderkuss” (beso de hermanos) entre Leónidas Breznev y Erich Honecker, jefe todopoderoso y gobernante de la RDA. Su autor, el ruso Dimitrij Vrubel agrego a su graffiti un poema escrito en ruso que quiere decir “Dios mío, ayúdame a sobrevivir a este amor mortal”. Este artista ha sido uno de los más reacios en colaborar a la labor de restauración propuesta por las instituciones para celebrar la conmemoración de los 20 años de la caída del muro. Entre otras cosas, porque no se trata de una restauración sino de una recreación original, sobre un nuevo muro compactado y blanqueado.


De nuevo, las contradicciones del arte occidental hacen del muro un símbolo de separación, esta vez entre los 118 artistas que pintaron en él, o los que aún siguen vivos. Entre estos últimos, unos han tenido más éxito que otros, y piden ahora cobrar por su trabajo. Esto es, cobrar como creador por un mero trabajo de copista (aunque sea de la propia obra, en el mismo sitio en el que esta se encontraba), trabajo que hicieron entonces desinteresada y comprometidamente. Por lo menos siempre nos quedará una fotografía, y en este caso todas las copias son originales.